REENCUENTROS
LAURA, 27 años, una mujer alta, inconscientemente
cómica, de cara sonrosada y bonita, tan saludable y con tan buen color que la
gente le suele sonreír encantada.
Hoy, un día muy caluroso de mayo, Laura, como cada
día, sale de casa para hacer sus recados. Después de hacer la compra y de
camino a casa, LAURA se para en frente de la joyería más grande de la ciudad.
Nunca había cruzado la puerta de acceso, pero tras ver bien el escaparate,
decide entrar a mirar las joyas, marcos y cristalerías que allí tienen. Tras
hora y media recorriendo la lujosa tienda, LAURA sale con un paquete envuelto y
en una bolsa. Le encantan los ceniceros, aunque, esta vez, era un decorativo
cuenco pequeño. LAURA camina sonriendo y moviendo los brazos de un lado a otro.
Había comprado una ganga.
En casa, su
marido, MARTÍN, un hombre alegre de 28 años, atlético, de metro ochenta, con
hombros anchos y cara cuadrada, la esperaba furioso. Había caminado casi un
kilómetro desde la estación de tren hasta casa; estaba acalorado, cansado y
molesto porque no estaba la comida aun servida. El enfado aumenta cuando ve a
LAURA con un paquete.
LAURA con una gran sonrisa en la boca e ignorando el
enojo de su marido, le enseña a MARTÍN su nueva adquisición de sargadelos. Tras
observar el objeto desde todos los ángulos, MARTÍN lo deja encima de la mesa
con parsimonia, se levanta y comienza una fuerte discusión. La cara de LAURA
cambia completamente. Esta reacción durará poco puesto que ante una
recriminación de MARTIN, LAURA se ríe. MARTÍN, sin añadir ni una palabra más
comienza a subir la escalera que conduce al piso superior de su apartamento.
Mientras sube las escaleras se quita la ropa. LAURA
lo persigue para continuar con la discusión. La disputa aumenta y LAURA
comienza a llorar. Luego se ríe.
Se escucha una bocina apergaminada, extranjera,
débil. Es ESTEBAN, un amigo de la pareja que va a cenar con ellos. ESTEBAN es
alto, desgarbado, increíblemente sombrío y con una gran admiración a MARTÍN.
LAURA corre a preparar la cena, mientras, MARTÍN reanuda su búsqueda de una
camisa. Del último cajón de la cómoda extrajo una camiseta vieja y desteñida de
algodón a listas rojas y blancas, con las mangas bastante arrugadas. La había
comprado cuando estaba en la universidad.
Después de aparcar el coche en un diminuto hueco, a
pesar de haber aparcamientos más grandes, ESTEBAN entra en la casa, saluda a
todos y comienza a hablar con MARTÍN, mientras que LAURA termina de hacer la
cena.
Lo que parecía una velada de reencuentros entre
viejos amigos de universidad, se convirtió en una noche muy especial para
LAURA, puesto que siente algo más por ESTEBAN, pero ella misma sabe que a lo
único que puede aspirar es a un beso de amistad. Ella desconoce que ESTEBAN no
solo va allí por ver a su mejor amigo, sino porque también está enamorado de
ella desde el momento en que la conoció en su boda con MARTÍN. Al final de la
noche se despedirán como ya han hecho otras veces. A LAURA le entra un ataque
de risa.